Relajada, aliviada y dichosa, la sonrisa desplegada en el ancho de Valdesquí, Demi Vollering, zigzaguea a un lado y a otro en la mecedora de la felicidad para saludar a la afición, que le recibió con honores, una salva de aplausos y entusiasmo en la cima. Su majestad, Vollering, paseaba por su latifundio. La Vuelta femenina era suya. Le pertenecía. Tierra conquistada. Allí se elevó al cielo de Madrid la líder, que levantó la bici para posar con una postal histórica. El mejor retrato posible. Un póster que colgará en más de una pared y que servirá de inspiración para las generaciones venideras, las que sueñan con ser como la neerlandesa, una campeona de cuerpo entero.

Vollering, de rojo pasión, las uñas pintadas a juego, distinguiendo su estatus de líder, dominó el cierre de la Vuelta femenina con la suficiencia de los mejores. Además de la general final, consuma la victoria con dos triunfos de etapa y el maillot de la montaña. Su territorio. Amante de las cumbres, la neerlandesa aplastó cualquier rebelión con el ritmo de apisonadora que conecta cuando la carretera eleva el mentón y exige hasta el tuétano. 

Dominio de Vollering

En su ecosistema, serena e implacable, mostró su manual de estilo. Ritmo, asfixia y victoria. En cuanto el viento giró, devorada media montaña, plegada en la mesilla de noche La Morcuera el alto anterior, le dio aire a su cometa. La que vuela más alto en Valdesquí. Longo Borghini comprendió de inmediato que no podría tirar del sedal

La italiana se deshilachaba entre las mejores mientras el globo rojo de Vollering volaba. Etérea la neerlandesa, levitó con la elegancia del compás de su pedalada. Una mariposa con la picadura de una avispa. Un metrónomo. La respiración, acompasada, las gafas cubriéndole la mirada de ambición, no tardó en abrir una falla entre ella y el resto. Padeció Longo Borghini, que también perdió el paso respecto a Riejanne Markus, que le desplazó en el podio, y Évita Muzic. Aún así estuvo en la orla final de la Vuelta femenina. 

Markus adelanta a Borghini

Aislada en su burbuja dorada, la de la ganadora, Vollering masticaba la ascensión con facilidad. Un chicle. Sorbía Valdesquí mientras a sus competidoras, el asfalto se les hacía bola. En ese escenario, un paraíso para Vollering, Longo Borghini padecía los rigores del infierno. Ardía por dentro de rabia. Vollering le era ajena. Otro mundo. 

El suyo era pelear por atarse a Markus y Muzic que se habían sacudido a la italiana. No arrió la bandera Longo Borghini. Luchó cada pulgada. Markus le arrebató finalmente la segunda plaza, que llevaba su nombre, pero la italiana se sostuvo en el podio. El duelo entre ambas resultó magnífico, conmovedor. Fuera de competición, por elevación, dominante desde la atalaya, entronizada, lucía majestuosa Demi Vollering, la reina roja de la Vuelta femenina.